Llegan a la tierra, traen mensajes de conciencia y expansión.
Traen consigo una gran madurez espiritual. Saben a donde van, y hasta algunos tienen destellos del lugar de donde provienen.
Traen enseñanzas, proponen cambios. Tienen una gran misión: recordarnos quienes somos; vienen a despertarnos de los sueños materiales en los cuales nos hemos dormido.
Su impulso espiritual los empuja a hacer, a decir y a actuar.
Son los Niños de Hoy, los Nuevos Niños. Grandes seres espirituales jugando a ser niños.
El amor los impulsa, buscan cambiar la tierra, cambiar al hombre, transformar la realidad.
Quien quiera reconocer a estos niños, simplemente mírelos a los ojos, su transparencia y pureza desnuda el alma de quien los mira. Miran fijo, de forma sabia y madura.
Cuando se está frente a un nuevo niño, la emoción desborda el corazón, dentro se despierta un sensación de reverencia y respeto por él.
Igualmente no siempre sucede esto, muchos adultos están tan inmersos en sus mundos de problemas y preocupaciones, que estos niños pasan desapercibidos. Pero aun así ellos actúan, actúan aun más con esas personas. Si sus miradas no encuentran eco, entonces golpearán sus puertas, y si nadie corre a abrirles, permanecerán presentes hasta que alguien los invite a pasar.
Pero la espera a veces se hace larga, se hace eterna, y comienzan a olvidar lo que han venido a decir.
La alegría y amor de estos niños puede llegar a cambiar el mundo, pero sus auras se están tiñendo y contaminando, necesitan de nosotros… Ahora es tiempo de abrir los ojos.
Vea al niño que está a su lado, y pregúntese qué vendrá a decirle.
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